28.2.03



(FRAGMENTO)


La grieta, en la pared, tenía el tamaño de una moneda pequeña. Pero antes, parecía la cabeza de un alfiler. ¿O era que antes no había apreciado su dimensión verdadera? La dificultad en aprehender la realidad radica en la noción de tiempo, pensó. Si no hay continuidad, equivale a afirmar que no existe ninguna realidad, salvo el momento. El momento. El preciso momento en que no supo si subía o bajaba y no era posible, entonces, apoyar el pie. Por encima de la grieta ahora divisaba una línea ondulada, una delgada línea ascendía -si miraba desde abajo- o descendía -si miraba desde arriba-. La altura en que estuviera colocado el ojo decidía, en este caso, la dirección.


Cristina Peri Rossi
La Grieta. Esfuerzos Inútiles. Barcelona, Seix Barral,1984

27.2.03



ALA NEGRA


Si alguien ve a un hombre que camine maltrecho quejándose de un dolor en su omóplato izquierdo, díganle que yo tengo su ala. Que la encontré tirada en la esquina de la calle sexta y de la avenida Revolución, antier, aproximadamente a las dos de la mañana. La levanté de un charco junto a un puestito de hot dogs. Díganle que después de caer, los ángeles solamente arrastran las alas enormes sobre el asfalto pero que es de locos deshacerse de ellas. A menos que quieran dejar de ser kitchs. Estaré en el Dandy del Sur o en La Estrella este viernes, durante la noche, para mayores informes. Esta vez, no me interesa cobrar el rescate.



TIJUANA OSCURA


Se bebe entera.

26.2.03



DORIS DUB



Lo veo acostado sobre la cama que tiene décadas sin tender. Abrigado con su eterna chamarra negra de cuero y fumando un farito. Volvió a cortarse el pelo. Recuerdo su fascinación por Schubert y las guitarras de Satriani. Hace unos momentos tomó un libro despastado de Eco y lo dejó de nuevo. Sobre la duela. Sobre las bachichas de los millones de cigarros que ha fumado en sus últimos veinte años, y que a manera de alfombra, se camuflajean con los cables de la empolvada y destruida guitarra. Le fue sacando las partes. Casi a la par de como sacaba las notas con las manos blancas de dedos largos. Dedos largos manchados de nicotina. Queda el brazo de palo de rosa recostado atrás de la puerta. El trabajo que le hizo Rubio al ensamblar la lira se deja ver aún a través del polvo. La pátina que cubre el rostro de Emilio es la que cubre a los hombres solos. A los marcados. Son las cuatro de la tarde. Despertó a las tres. Buscó los restos de mezcal en los envases de panalitos que por la madrugada dejó junto a las pilas de libros. No encontró nada y optó por ir a orinar. El baño tiene el grifo descompuesto y le seduce el sonido intermitente de las gotas de agua al caer. Emilio se tumbó de nuevo sobre la cama que tiene décadas sin tender. Abrigado con su eterna chamarra negra de cuero y fuma un farito. Recuerdo que cuando yo tenía diecisiete años hicimos las paces después de una guerra idiota. Nos reuníamos entonces todas las tardes a beber café. Éramos por lo general seis o cinco y yo, la única mujer. Las tardes se extendían y yo a mis diecisiete era la fumadora más pasiva del mundo. Me tragaba el humo de todos, durante horas todas las tardes y luego les regalaba libros donde salían los terribles daños del cáncer instalado en los pulmones o en la garganta. Aún no me había dado cuenta que el cáncer también puede ser la soledad o el desamor. Era joven y no lo creía. Todavía pensaba que los sentimientos eran reales y no sólo ideas vagas que a veces nos confunden y nos desmenuzan la vida. Él se reía mucho de mi. Yo no sabía responder. Alguno de los otros amigos tenía que decirle algo para que se callara, para que no se riera a mis costillas. Por lo general nadie hablaba. Sólo uno (otro marcado) salía a mi defensa y lo dejaba en blanco,

—Emilio, cállate el hocico porque ya empezaste a babear.

Él sabía que era la primera llamada. Generalmente lo único que hacía luego era dirigirme una miradilla de odio y pedía entonces más café al primer mesero que pasara junto a la mesa. Y así era cada vez. Y yo iba cada tarde. Y aún no entiendo cómo fue que con el tiempo ya no me molestaba. Y me escuchaba. Y mucho más adelante me preguntaba que cuándo nos tomábamos un café de nuevo. No sé cuando fue que la vida nos pasó de largo. Ve lo ci dad. Dis tan cia. Tiem po. E mi li o Ve ga tiene sobre la cara el hilo de luz de las cuatro de la tarde. El único hilo signo de vida que permite entrar por el agujero de las puertas de madera de la ventana. Juega con él y se levanta entonces para ir de nuevo a caminar la tarde y continuar caminando la noche por el reverso de las piedras. Escucho Doris Dub de Tosca. Sé que a Emilio va a gustarle.

25.2.03



SOBRE EL MANUAL I



Son decenas. Todas, esparcidas por los bosques que arropa las faldas del volcán. Colectan setas. Llevan canastas tejidas con los cabellos largos. Otras, a la manera de las pisadoras de uvas, deshacen los hongos y setas de la temporada de lluvias para escurrirles la esencia. La esencia que genera la fuerza, el fuego y el silencio acústico del Volcán. Una vez bebidos algunos tragos del bálsamo, desaparecen. Ellas comienzan la diáspora hacia la esquina izquierda de los ojos, las comisuras de las bocas y el hueco entre el tabique y el párpado de algunos hombres. Comienzan el viaje hacia el centro de las manos de otras mujeres en transición. Pasajeras de trenes alucinantes. Ellas se saben. Se huelen. Se piensan. Algunas veces tardan en reconocerse. Todas desde sus lugares escriben las líneas del Manual.




DESDE ABAJO




Escribo una carta que a su vez
es un puente

Construyo un puente
de papel y palabras

Escribo puentes para refugiarnos
debajo de ellos durante la lluvia
y para de vez en vez
hacer fogatas luminosas
de palabras rojas, palabras azules
y palabras blancas

Soy la clocharde que
desde abajo
saluda a los que cruzan todos los puentes imaginarios





CUANDO EL CIELO SE ABRE



Parece que el sol se compromete a quitar tantas nubes de la cabeza. He de seguir mis pasos, sin voltear atrás. Es la única manera para que el corazón no se transforme en piedra.

COMBINACIONES



Lluvia + Café

Humedad + Kruder Dorfmeister (The K & D Sessions)

Vigilia + El Mar


Esta serie de sumas me traen el recuerdo náufrago de un hombre durmiendo a mi lado.




SIGTH*


Decidí no dormir para evitar despertar esta mañana. Debería saber el sonido onomatopéyico de la lluvia, en tormenta.

HUMEDADES


El día se descarapela con tanta humedad. Las nubes son ahora los pedazos de pintura en una pared silenciosa.


VIGILIA


La noche entera sin dormir. Afuera llueve.

24.2.03



LA MAÑOSA MAÑANA


Despertar. Mover con la mano derecha la cortina y ver que el cielo está en blanco. Exactamente igual que la mente. En blanco. Un blanco que empieza a mancharse con los colores diluídos del sueño. Recordar: El sueño prolongado con cierta dosis de ansia. ¿Pesadilla? Es raro. Soñar y despertar con las emociones sobre la piel. Como si realmente me hubieran hecho daño. Incomprensible saber que no fue nada.

¿Por qué no puedo entonces deshacerme de las ganas de salir corriendo?

El cielo sigue en blanco, yo también. Espero que hoy llueva muy fuerte.


COMPLICIDADES


Cuando me asomo y leo y encuentro, no puedo evitar desear que los demás lo sepan. No puedo guardarme en los ojos tanto.


Fauna Exótica


No voy a enlazarla, pero hay una escritora en red que se prostituye verbalmente en su blog.
También hay un escritor blog solitario que presume de no leer jamás otro blog que no sea el suyo.
Hay una madre de 40 años que muestra en su blog las heridas que se autoinflinge para sentir que está viva.
Hay un chico que lleva seis meses prometiendo que va a suicidarse por un amor contrariado.
Hay mujeres anoréxicas que se desnudan de su carne post tras post.
Hay un lexicógrafo blog que no hace mucho sufrió un severo ataque de pánico posteando.
Me alegro muchísimo de haber descubierto que el placer que obtengo de escribir como lo hacía antes de blogger sigue siendo mucho mayor que el que obtengo de postear. Todas estas personas están solas, están tristes, usan su blog para seguir cayendo o para pedir socorro, pero sus lectores prefieren la diversión, el voyeurismo narrativo. Como ver una película de terror sabiendo que todo es atrezzo, pero de forma inversa.
Al leer un libro, la sensación del autor es difusa, lejana. Al leer un blog prevalece la fantasía de inmediatez. Podemos hablarle, escribirle, dejarle comments, sentirnos él o ella. Se corre el riesgo de no estar ni en la vida ni en el blog. La alexitimia, la incapacidad de expresar sentimientos reales ya se ha manifestado como síntoma en personas que llevan más de dos años posteando en blogs americanos. El blog es básicamente una excusa, un sucedáneo, ersatz de otra cosa que no se está haciendo.
Quizá lo del blogumental no sea mala idea, después de todo: vale la pena analizar por qué preferimos contar nuestras vidas a vivirlas.


21.2.03




OTRA VEZ LA PAZ

El íntimo acuerdo


El verdadero e íntimo acuerdo depende de la posibilidad del desacuerdo, del sí tanto como del no.
Confío en que grites si se apodera de mi voz la intención de callar. Confío en que también sepas defender mis silencios de las palabras inútiles.


¿FOR SALE Ó FÓRZALE?


El domingo, mientras hacía una colecta de piedras en la playa, me di cuenta que la casa (la primera o la última como se le quiera ver) que se encuentra en la esquina izquierda del país, está en venta.


UN OCÉANO TAN PACÍFICO


Lo bueno de vivir en esta orilla es que luego sigue el mar.

20.2.03




HAMBRE


Sí, ahorita mataría por unos tacos de flor de calabaza.


FLOR DE CALABAZA



Las doce del medio día. Los olores invaden la cocina. Ligeros andan el pasillo largo hacia el patio. Bailan ondulantes sobre la loza verde y llegan para decirle a mi nariz que despierte. Hoy no fui a la escuela. Será un día muy largo. Casi un año. Y yo apenas jugando con la luz de las doce entre los macetones húmedos que albergan las plantas de sombra. Me voy corriendo a la terraza, no hay gente en la calle. Las banquetas están vacías y el parque de enfrente tiene las jacarandas moradas. Me voy corriendo y cruzo el cuarto azul echando un vistazo a las máscaras de patol y a los pisapapeles sobre el escritorio de mi abuelo. Paso corriendo por la sala y me detengo frente al espejo enorme. Veo las tallas que lo adornan y que hacen juego con las de la chimenea. Dicen que esos muebles estaban en la casa de un obispo, uno que en sus tiempos le apodaban "Piedrotas". La sala está fría. Estornudo. Me gustan los niños de las tallas. Hablo y juego con ellos. Me veo de perfil en el espejo. Cuando sea grande voy a tener otra forma. No voy a estar lisa. Emprendo carrera y me voy de la sala por el pasillo donde están los clósets. Cruzo veloz, por aquí siempre siento que alguien me persigue y que casi me alcanza. Sigo de largo, llego a la cocina. De espaldas a mi, la esbelta espalda de mi abuela. Frente a la estufa canturrea suave mientras guisa la crema de elote. No me ve. No me oye. Voy despacito detrás de ella para poner mi mano sobre su espalda y que brinque del susto. La toco. Brinca. Grita y voltea:

— Quisiera mascarrrrte.

Luego me río, me doblo de la risa y mi abuela sonríe. Me acerca una silla para sentarme.

—Cómete un tentenpié en lo que llegan tus hermanos de la escuela. ¿Ya no tienes fiebre?

Mi abuela de cara hermosa me sirve un taco de flor de calabaza. No hay ruido, no la radio. Sólo el rumor del medio día. Ese sonido como eléctrico entre el silencio y el oído. Abro el taco humeante y escruto la cebolla, el jitomate, el chile verde y el queso. Los pedacitos amarillos de los pétalos de la flor me confirman que nunca nunca nadie me regalará estos sabores, este rompecabezas colorido, tampoco, nadie más, el canturreo suave de mi abuela.

19.2.03


GUIñO

Si tú me blogas, yo te posteo.



DE LLUVIAS Y CAGOTERAS*



En estos días de lluvia, en los que todo el mundo se pone romántico y donde la bruma cuasi nórdica envuelve totalmente la ciudad, yo no tuve tiempo para ponerme cursi ni triste siquiera. No pude escribir ni un poema a la lluvia, no pude salir al patio a que “me tocara el rostro” jeje y menos bloguear ipso facto sobre ella. Pinches aguas. Maldita temporada de invierno y malditas sean las goteras que hay en mi casa. Mi cuarto tiene un hermoso techo de dos aguas sostenido por algunas viguetas. A ese cuarto antes le llamaban El Palomar por su estructura desvánica (en el último piso de la casa) y porque si se dejaban abiertas las ventanas, las palomas se metían sin pedir permiso a nadie. Y eran, supongo, felices.

Anteayer, después de subir la escalerita de caracol para llegar a mi cueva (desde que llegué cambió de estatus animalis), encontróme con decenas, cientos, miles de pequeñas cacas secas esparcidas por toda la alfombra. Sí, tenían la forma conocidísima y caricaturezca de la merde. Como cremoso helado sobre barquillo. Me asusté. ¿Habría entrado un animal ahí y estaría escondido entre mis ropas?...¿diarreico además?...¿estoy tan mal de la cabeza que las cacas tienen meses y yo ni en cuenta?...¡No es posible!...¡ayer estuve aquí y no había nada de esto!...mientras trataba de entender, me aplicaba un test personal a diez mil millones de segundos por hora (digo, de algo sirve a veces la amaranoia que llevo dentro), fue entonces cuando recordé que dos amigas estaban esperando con caras interrogantes, una respuesta a la situación drama-cómica-musical que como anfitriona me correspondía dar. Y fue también cuando di en el clavo. Malditas lluvias. Vi las miradas y las ganas contenidas en las comisuras de las bocas de mis invitadas, por morir de risa. Antes de empezar a explicar mi teoría sobre el asunto, bajé corriendo por la escoba (ya que desde que se descompuso no la utilizo ahora más que para barrer) y de tres zancadas zancudas subí de nuevo hasta lo más alto cual Quasimoda preocupada. Empecé dirigiéndome a ellas:

— Ya sé que fue lo que pasó. Siempre me dijeron que no dejara las ventanas abiertas porque las palomas entraban a “hacer de las suyas”. Ahora lo entiendo, de seguro cuando entraban aquí se cagoteaban sobre las viguetas, miren miren, bueno, desde aquí no se ven porque estamos abajo pero de seguro (miradas incrédulas entre ellas) las cacas están sobre las vigas, sí, sí... y ahora con las lluvias...sí,de seguro...ahora con las lluvias y las goteras, se humedecieron y por eso cayeron al piso.

Mis amigas no respondían.

— Miren, de verdad, si un animal hubiera entrado, estarían frescas y no lo están.

Una de ellas me pregunta inquisidora:

— ¿Así que sobre las vigas?

Volteaba a ver a la otra como diciéndole: “Mira a nuestra amiga. Qué cerda”.

Yo corroboraba:

— Sí, miren, es que otra respuesta ¡no hay! Tiene que ser eso.

Condescendientes me dicen a dúo:

— Sí, no te preocupes...las palomas seguramente...las viguetas...

Yo tratando de salir del paso:

— De verdad, es que no entiendo nada... ya me dio miedo... ¿qué hacen estas cacas secas sobre mi alfombra?

Inmediatamente me respondió mi consciencia que acostumbra estar callada (casi muda la mayoría del tiempo la muy inconsciente):

—El karma Amaranta, el karmaranta...te la has pasado burlándote sin decoro alguno de tus amigas, las bromas pesadas también se revierten, este es tu castigo.

Después de oírla pensé en prender un incienso para limpiar la atmósfera pero no había, me los acabé y no he comprado. Así que seguí barriendo tratando de no voltear a ver las caras asqueadas de las chavas. Me sentía con la cara hirviendo de vergüeza ante situación tan escatológica que en realidad para mi era, escato-ilógica.

En breve salimos de la casa y al regreso, todavía con cara de no lo creo, me dice una de ellas:

— A ver, préstame la escoba.

Y empezó con ganas, a tallar la superficie superior de una viga, cuando en eso, cayó una caca seca pequeña como las otras.

— Ahí está. Tenías razón. Tu teoría es real. Comprobado.

Yo me sentí mejor. La comprobación de la teoría me quitó un peso de encima, sin embargo la otra amiga aún tenía ese brillito malévolo en los ojos con risa incluída. Me dijo:

— La verdad, yo no te creí.

Pasaron dos días de los raros acontecimientos caquianokafkianos cuando volví a entrar con otras amigas y la amiga incrédula a mi cuarto. Apenas abrí la puerta cuando oigo un aleteo desesperado. Volteo hacia arriba y la veo. Una asustadísima paloma gris con colores tornasolados en las alas, brincaba aleteando de viga en viga mientras otra vez, cacas secas caían sobre la alfombra. Pero esta vez me puse muy feliz. Tenía frente a mi a la autora material e intelectual de mis pasadas vergüenzas, al frente también, de las invitadas. Ahora sí, no dije ni pío porque la paloma telépatamente había escuchado mis maldiciones días anteriores. Por eso vino. Y además no era necesario decir nada. Ellas podían ver ahora como la lluvia de cacas dentro de mi cuarto, era una cosa de lo más normal. La incrédula amiga traía su cámara y veloz se preparó para tomarle una fotografía a la paloma desesperada. Click. Lo hizo.

Hoy me dijo que dentro de las tomas e impresiones no salió la foto de la paloma. Entonces yo la volteé a ver y transmitiéndole la eternidad por los ojos le pregunté:

— ¿Cuál foto?...¿cuál paloma?




*Martha Miranda muriendo de risa, me obsequió esta palabra cuando vió que yo no encontraba una para definir el extraño caso de la lluvia de cacas.


DESCARTES Y DESPLANTES


Por estos días en la Blogósfera, varios bloguelistas están queriendo una Rebloglución. Yo mientras blogo y luego posteo. ( Y pisteo también jeje).

18.2.03


LAS MUSAS ENFERMAS


Después de la visita de Paco Alcaraz, algunas mujeres de la Frontera han sucumbido con un extraño decaimiento anímico y corporal. Ninguna quiere ir a trabajar. Ninguna quiere comer ni tomar agua. Lo único que piden son besos.

17.2.03



REALISMO SUCíSIMO

¡Ah caray! El contador de esta página me dice que alguien buscó vía Google, algo que tenía que ver con un poema a los miados y llegó a mi página. Chale! que yo recuerde tengo un poema a la mierda que todos llevamos dentro, pero de ninguna manera he escrito aún la oda al orín o algo que se le parezca. Qué raro, pero en fin, me hizo reír bastante.


REMEDIOS CASEROS


Todas las noches, la anciana se saca de la boca esa cosa enorme que a diario la asfixia. La pone a remojar en el vaso de cristal con agua que sobre el buró, junto a su cama, deposita noche a noche. Es importantísimo cambiar cada día el agua, se dice en voz alta, sabiendo que nadie va a responderle. La compañía se le fue muriendo conforme desaparecieron los canarios de las jaulas, el gato con todo el gris encima y la luz por la ventana. Lo peor que pudo pasarle a los ochenta y nueve, fue que le construyeran un muro divisorio justo en el terreno aledaño pues le quitaron de tajo, la última presencia con quien hablar. La que eterna parecía. Ahora la noche le llega mucho tiempo antes, comiéndose voraz cada esquina blanca del cuarto.

La anciana suspira por las tardes conforme levantan el muro, echando de menos cada centímetro por donde la luz ya no entra. Es en estos segundos, cuando se levanta del sillón. Siente ahogarse. Acomoda el rebozo grueso de lana y se encamina hacia el baño. Va rumiando como a diario su queja:

– Es importantísimo, importantísimo cambiar el agua...No quiero que se enlame...necesito sacarla...ay, esta cosa enorme.

Cuando ve llenar el vaso con agua hasta la mitad piensa que es suficiente. Cierra el grifo. Se detiene a mirar el vaso que lleva en la mano derecha. El agua, le da la pequeña seguridad de despertar tranquila y reposada al día siguiente. Es la única verdadera medicina. El ritual lo ha realizado por años y le ha funcionado cada vez.

Camina hacia la recámara, se sienta sobre la cama enorme. Mira hacia la pared. Abre la boca y con la mano, con el antebrazo, se saca el corazón. Lo deposita dentro del vaso para dejarlo remojando la noche entera. Otra sombra pasa.


LA MUSA ENFERMA

La Mesa Enferma
La Misa Enferma
La Masa Enferma
La Moza Enferma



LECTURA


Lo único que no se debe hacer cuando se lee frente a un grupo de gente, es olvidarse de sacar previamente el chicle de la boca.

11.2.03






COMINO Y PIMIENTA


Anoche nos fumamos un Cohiba. Estuvimos bebiendo también, un poco de cerveza oscura. El sabor del puro eran maderas, maderas diversas. El paladar y mi lengua se secaron un tanto, la saliva se transformó en recina. Luego me avisaron que llovía y miré hacia la ventana. Tuve los recuerdos de un pasado en rojo. Caminé de nuevo las calles de la Habana con el sabor a sal en los labios. Vi el andar cadencioso de las mujeres y las espaldas fuertes de mulatos. Anduve de nuevo en la bicicleta hasta llegar al Vedado, bajo la sombra de sus ceibas enormes. Me detuve a comer pizza y un buchito de café. Hice la cola para el camello y entre cuerpos y sudores, después de una hora llegué a los edificios en Rancho Boyeros. Desperté en sábado con el calor abrasándome en la cama de sábanas blancas. Escuché al médico de la salsa (...somos lo que va, lo que le guste a la gente, lo que se acaba como pan caliente... ) mientras una negra enorme corría a escobazos a la chiquillería. La ví a través de una persiana, desde la ventana del piso cinco del edificio. Cuando salí a comprar ron, venía hacia mi un hombre negro, de pelo blanco, ojos inyectados de sangre, rostro milenario. Justo al pasar por mi lado se acercó y de clandestina manera me dijo al oído: Comino y pimienta, comino y pimienta. Me dejó con los olores de las especias entre los cabellos. Comino y pimienta, comino y pimienta, en la isla mi socio, no e fácil, no é fácil. Todo mundo tiene ahora algo qué traficar, algo con qué darle vida a la vida, las beldades del mercado negro.

Miré el humo ligero del puro y llegué a Viñales, y vi de nuevo al hombre que me salió de la nada y me invitó a su casa, sin parpadear, mirándome a los ojos.

—Esta es tu casa. Es una casa noble.

Desapareció tras una cortina mientras otra voz añeja me llamaba. Entonces lo ví. Con sus manos laberínticas enrollaba la gran hoja. Me miró y durante dos horas no dijo nada. Enrollaba los treinta puros que guardó en una caja mediana de madera suave.

—Dame lo que quieras pagar.

Salí con la caja entre las manos y dentro de ella su nombre. El recuerdo descarapelado de un hombre que se muere y que lo sabe. Me legó un poco de esa muerte entonces. Tuve que volver a desposarme con el mar en las playas de Santa María. Lo demás no existe. No sucedió nunca. Mi pasado no fue.



JE JE


Tijuana es un ardid publicitario.

...Y en la postmodernidad ¿qué no lo es?



CAMBIO SÚBITO


Hey!
Tijuana
se carcajea,
está feliz:
¡desde el mar
se asoman los delfines!


INVIERNO


Tijuana está
triste
y la
temperatura
sigue

ba

jan

do


BÁLSAMO


Habremos de reincidir
en la pasión por la Noche:
horas malheridas de un Sol que se nos pierde,
límite del tiempo,
útero de los abismos.

Habremos de volver
a mirar desde abajo,
reconocer los signos
vagamente aprehendidos,
habitar sin temor las costumbres
que nos han hecho firmes
y amorosos frente a las cosas simples.

El Todo comienza ahora
mas sabemos que ya ha pasado,
porque estamos hechos
no de soledades,
sino de ausencias.

Habremos de reivindicar la memoria
y sus viejas esencias fundamentales.

La historia, nuestra única, personal historia
es el bálsamo definitivo para antes de la muerte.

10.2.03



BLOGUEAR O NO BLOGUEAR


Y bueno, así pasa. La primera crisis a veces es nefastamente letal. Y sí, uno lo deja. Ni siquiera quieres saber que estuviste algún tiempo asomándote a la Blogósfera y sus inmediaciones. A sus cinturones de palabras como de pobreza o de grasa. Depende de cómo lo sientas. Pero si la salvas, es la señal absoluta de que escribir por aquí, simple y llanamente es divertido, y que uno es un ser que se divierte.

La segunda crisis es grave, pero menos tajante. Cuando uno se panica por cualquier cosa, sabe que en el blog todo puede ser o no ser. Entonces se vuelve. Con la misma certeza con que Hansel y Gretel pensaron que volverían a casa dejando tras de sí un caminito de migajas de pan.

La tercera crisis, hasta ahora, no sé cómo sea.

DISIDENTE


Duele la desaparición. Desahogo aquí la desfachatez de mi desplante. Lo había dicho antes: Soy una adicta y hay blogs que definitivamente disfruto y me despiertan. No divago. Desespero. Denuncio el daño que hace la demora. No bloguear a estas alturas es depravado y demoledor. Lo dice una dependiente de las escrituras deleitables de este lado. De donde nadie es nadie. De verdad. Tu Blog da vida.

9.2.03



ANIVERSARIO
a HY


Desde lo alto, vi un caserío polvoso. No la imaginaba así. La ciudad de la esquina. La maldita y señalada. Con una maleta, la computadora y abrazando la caja de un zip driver, llegué a Tijuana hoy, hace dos años. En el aeropuerto un letrero que decía: Hombre fantástico busca Mujer Maravilla, me hizo saber que Oscar Yépez había ido a mi encuentro. Siempre he sabido por diversas causas que él y yo realmente somos superhéroes. Algún día, luego, contaré por qué. El primer año fue de adaptación y el saldo cuasi tenebroso. Me arrancaba los cabellos en diciembre por volverme a Guanajuato. Ni la carcajada obscena del mar podía detenerme. Pero la carcajada misma me contuvo. Hoy, hace un año, me reconcilié con la ciudad y después de dos días de hermosa borrachera decidí meterme al mar. Eran las seis de la tarde y yo vestida, decía adiós con una mano a los amigos que observaban desde la playa. El hermano, fue tras de mi y me decía: Espera, no juegues vuelve. Creo que llegó a pensar que la broma que siempre hago de dar un "Alfonsinazo" le pareció posible porque él sabe de los grados de mi clavadez. Nos abrazamos, felices, vestidos y borrachos mientras las olas espumaban. Y regresamos a la playa. A continuar este viaje.
Hoy, que cumplo dos años en mi ciudad adoptiva, le mando un abrazo enorme a ese hermano que me ayuda a continuar sin miedos la travesía. Hasta que la vida nos separe.

DORMIR SIN DORMIR


Me quedé dormida anoche como si estuviera muerta. Dormir fue regresar a un lugar en donde alguna vez estuve. No me gustó. Entonces empecé a llorar. Ese lluvia extraña de mal sueño. Esa lluvia que se atora en alguna parte. Esa lluvia que se transforma en charco. Enmedio de la garganta. Despertar fue oírme brincando fervorosa los charcos enormes. Fue un mal sueño demasiado húmedo... y frío.

8.2.03



Jorge Ortega


Sencillamente el barroco sanguíneo.


CIRRO


Lo veo pasar. Moverse con la lentitud de un caracol que traza su camino argénteo. Se estira y como el deseo, lento, se expande. Avanza, crece, se hincha, se fragmenta. Lo veo pero ya no es. Se difumina. Como el deseo, pasa. Ahora sólo el azul.

ADIóS


Y cuando el dinosaurio despertó, Monterroso ya no estaba ahí.

7.2.03



ACTUALIZACIÓN DE POEMA RECICLADO
(Leer primero el poema reciclado, viene enseguida)


Tengo veintinueve años.
La edad que tienen muchos hombres y mujeres
que no aceptan que el tiempo pasa.
No, ya no soy la misma.

Los caracoles de mi infancia se siguen reproduciendo
en las plantas de un parque llamado "Florencio Antillón",
las mariposas se quedaron guardadas en la casa que construyo.
No tengo la historia de un fracaso, toda mi vida lo es.
Sí, sigo fumando.
Seguramente se han muerto, pero de risa, algunos hombres
que me amaron. Siempre el morbo al futuro, aumenta.
Ya nació y va a cumplir un año la niña de mi ex.
Me encanta la comida. Me encanta beber.
Hablar es un goce, conversar también.

No tengo experiencia de nada, carajo.
Pero me sigo riendo sola, eso sí.

¿Quién dijo que la poesía es?



POEMA RECICLADO


Tengo veintisiete años.
La edad que tú tenías
cuando nos conocimos.
Todo insiste en decir que soy la misma.
Pero no es verdad, eso tú y yo lo sabemos.

Tengo los caracoles y las mariposas
en un frasco, reposando en alcohol.
Tengo la historia de un fracaso
y mis dientes siguen manchados.
Me cuentan que se ha muerto uno de
mis amantes y no precisamente por no estar conmigo.
Va a nacer alguien que pudo haber salido de mi vientre.
Tengo unos seis kilos de más en el cuerpo
y sigo con la manía de hablar de mí y lo que me sucede.
Así como lo digo parece que estoy acabada.
Lo bueno es que todavía puedo reírme
y saber –con la experiencia–
que la soledad
sólo es un estado de ánimo demasiado occidental.



PREGUNTA


¿Cuánta farsa puede haber en menos de ocho días?


DEMASIADA FRONTERA


Ya estoy por acá de nuevo.
Otra vez veo por las mañanas
las aguas heladas del Pacífico.
A veces se ven los delfines
y les pregunto pero nada saben
y eso que dicen que los delfines
lo saben todo. No me dan razón.

Esta semana corrió como corren
las semanas en el norte:
Con mucho trabajo, mucho ajetreo
y el viernes etílico sin falta
(porque siempre es necesario hacernos
creer que estamos muy cansados
y que nos merecemos un premio,
inundado de alcohol).

Y me voy el viernes entonces,
a la verdadera Tijuana,
a darme cuenta que todavía no puedo
con el escalofrío en los ojos.
Y otra vez los locos, las prostitutas,
y un hombre que me pregunta que por qué
estoy triste y el ojo de un joven boxeador
purpúreamente negro bajo las yemas de mis dedos
ya no tan largos.

6.2.03



CHIP & DALE

Me encontré un manuscrito en el fondo de una bellota. Alguna vez alguien me había dicho que mi sonrisa era como de ardilla disecada.


SORDOS


Una mujer semidesnuda
entra por las puertas de un bar
gesticulando, se echa en el suelo
y con la música se cubre

En su cabeza
hay sonidos que la realidad no oye

El cantinero palo en mano
se acerca, le grita, le escupe
un golpe, dos, con fuerza
sobre la espalda de la mujer casi negra,
herida
con los senos que caen larguísimos
bajo el suéter desgarrado
que la atrapa

El grito de una mujer que a la Tierra vuelve
y el hombre que también vuelve
a golpear

Los ojos de todos sobre el grito
sobre la espalda
sobre el hombre
y sobre los sonidos

que la realidad no oye


DE AMORES


A ti, un abrazo por encima de tus ojos.


ESTAR COMO AJENA


No hay nada mejor cuando se está bajo la regadera, que escuchar el sonido de un avión que pasa.


HOY ES DÍA CINCO

Ayer, hace un mes, un hombre se fue a construir puentes, ahí, donde se pierde el nombre de los días.

4.2.03



CUATRO DE FEBRERO


Mañana no iré a trabajar. Así que esta noche me comeré desmenuzadamente a Tijuana. Seguro también, la beberé entera.


DE TRANSICIONES



En los años veintes, Virginia Wolf fue el faro luminoso que salvó la vida de muchas mujeres. Después de Un cuarto propio, algunas comenzaron a definirse a sí mismas y a situarse en los cambios y procesos de la época. Las mujeres supieron que si querían, podían salir a la calle e incursionar en todos los espacios que hasta entonces se les había negado. Supieron también que podían reclamar y que tenían todo el derecho para hacerlo, aunque la tradición y las costumbres patriarcal-dominantes estuvieran encima tratando de evitar esa independencia que como individuos, desde siempre les había correspondido y sin embargo, de igual manera se les había negado.

La vida avanza.

Los cambios se han sucedido inverosímiles. Las mujeres del s.XXI sabemos que un espacio personal y un sueldo digno conforman la base de una vida plena e independiente. Buscamos, decidimos, definimos y edificamos nuestros espacios. La tecnología está de nuestra parte:

Podemos tener un Blog propio completamente gratis.

EL ESPANTAPÁJAROS DE LA BA­ÑERA


Anoche el perro que nunca ladra, ladró. La luz de la ventana del baño de mi vecino, misteriosamente otra vez, permaneció encendida hasta entrada la madrugada. El vecino parece que vive exclusivamente en el baño, casi siempre está ahí. A veces pienso que como también vive solo, deja un maniquí y la luz prendida para alejar a probables ladrones. Un espantapájaros en la bañera. Y bien podría ser porque la silueta nunca se mueve, siempre está en una misma postura. Algunas veces simplemente varía la ubicación pero la posición es la misma. Cuando llego por la noche y prepararo algo para cenar, es inevitable voltear hacia mi ventana. Calle de por medio, al frente, la casa del vecino siempre a oscuras, centra la atención en la ventana mediana del baño, la única que está encendida. Pienso que si de verdad un ser de carne y hueso se encuentra en lo que yo veo como una silueta inmóvil, me llegaría poco poco el miedo.
Seríamos un par de extraños, uno mirando fijamente y otro de reojo. Si me sitúo en el lugar del vecino seguramente pensará en una vecina que casi a las mismas horas solamente enciende la luz y come. Una mujer que vive en la cocina. Y que mira, siempre de soslayo. Sí, creo que también yo me daría miedo.

3.2.03



LA PLAYA


Caminé junto a Mayra Luna y Agnes con la soltura que ofrece la confianza. Las tres teníamos una media sonrisa en los labios impregnada de salitre. La playa se transformó frente a nosotras en una fotografía en blanco y negro. Un alto contraste. Una imagen muda donde sólo la algarabía de las gaviotas rompía el silencio. Esta tarde no había más sargazos sobre la arena. Supe que esa tarea había terminado. El mensaje inequívoco de las profundidades estaba frente a mis ojos: No había más sargazos. Un destello en la línea del horizonte me recordó que hay algunas aves marinas que se suicidan y otras que sólo esperan. No pude evitar decirles a las mujeres que iban conmigo mi único pensamiento:

—Otra vez el mar.

La sonrisa de las tres entonces, ya no fue a medias. Descendimos la escalera y antes de ver el rostro, el cuerpo dormido del Hombre Atormentado nos avisó de un sueño pesado, confundido, un sueño igual a esa playa, en blanco y negro. Ninguna habló. Ya estábamos sobre la arena. Extendimos el mantel más largo del mundo y cada una en un extremo, fumando, sin hablar, felices, miramos de nuevo hacia el horizonte. Recordé las palabras del poeta vasco, y entonces desde aquel libro, Atxaga revolvió mis paisajes.

Todas las tardes
se reúnen las gaviotas
frente a la estación del tren:
Allí repasan sus amores.

En su libro de memorias
dos flores de sándalo:
una señala la página de los puentes,
otra la de los suicidas.

Y también guardan una fotografía
del mendigo que, hace tiempo, transportaba
los despojos del mercado.

Pero su pequeño corazón
-que es el de los equilibristas-
por nada suspira tanto
como por esa lluvia tonta
que casi siempre trae el viento,
que casi siempre trae el sol.

Por nada suspira tanto
como por el inacabable
(cabalé, cabalá),
continuo mudar
del cielo y de los días.